05 octubre 2009

Medio siglo de vocación pública

EXPERIENCIA. Felgueroso en su casa de Quintes
«Yo también fui gótica»
Paz Fernández Felgueroso repasa su trayectoria vital con motivo de su 72 cumpleaños, tras una década como alcaldesa y 50 años de actividad política
04.10.09 -
CHELO TUYA GIJÓN
La Paz Fernández Felgueroso de hace 50 años ¿era una gótica?
La carcajada resuena en el prau de Quintes donde Paz Fernández Felgueroso tiene su refugio, «que no es mío, es de mis hijos», precisa harta «del cachondeo de que la alcaldesa de Gijón es dueña de medio Quintes. Mentira. Esto era de la familia de Daniel y ahora es de mis hijos». Las risas continúan, como preámbulo a una respuesta que la retrata: «Eso de gótica tuve que preguntar lo que era. Pero sí, yo era rebelde y sí, puede decirse que, para mi época, fui gótica». Como las hijas de Zapatero, sobre cuya foto junto al presidente de Estados Unidos, en las que las adolescentes lucen un look alternativo, se ha levantado una polémica que no entiende: «Demasiado revuelo ¿no?». Ella lo tiene claro, «en mi época, yo a Obama iría a verlo en Vespa».
Y es que la regidora no sólo ha cumplido estos días 72 años, sino que también ha tenido que soplar las velas del décimo aniversario como alcaldesa y el medio siglo dedicada a la actividad social. Porque, la 'época' de la que habla, en la que iría a ver a Obama en Vespa, era el Gijón de los años 50, donde ella, una veinteañera con cara aniñada, y Kity Cangas eran las únicas mujeres que conducían una moto «y nos miraban mal. Más de un borde me gritó: 'marimacho'. Me daba igual».
A sus tías, que tras el fallecimiento repentino de Paz Felgueroso en 1957 se convirtieron en 'las tías' en la acepción más clásica del nombre, «eran muy censoras», también les daba igual lo de la moto, pero sólo lo de la moto. «No entendían nada: ni que me fuera de 'au pair' a Londres, ni que hiciera judo en un gimnasio de la calle de Dindurra donde sólo había otra chica judoca, Isabel Moro, ni que quisiera estudiar Medicina», aunque a esto también contribuyó «mi madre, que no le gustaba». De hecho, para quitárselo de la cabeza, la mandaron un año a La Habana «cuando Castro estaba en el monte y hubo el atentado del Tropicana».
Sin embargo, menos lo de convertirse en médico, el resto se cumplió, en un rosario que se suma licenciarse en Trabajo Social, en Derecho «ya casada y con dos hijas, más los otros dos, que nacieron en tercero y cuarto», abrir el primer despacho de abogada de Gijón -«era la única que ejercía en aquel momento»-, redactar los estatutos de las «primeras asociaciones de vecinos, orientada por Daniel» y constituir la primera asociación feminista de Asturias. Lo hizo todo haciendo oídos sordos al «¡Si te viera tu madre...!».